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Albania, un país de paisajes impresionantes y una historia fascinante, se encuentra en el corazón de los Balcanes, donde las montañas se encuentran con el mar Adriático. A pesar de ser un destino relativamente desconocido para muchos, Albania ofrece una riqueza cultural única, influenciada por diversas civilizaciones a lo largo de los siglos, desde los antiguos ilirios hasta el Imperio Romano, Bizantino y Otomano. Hoy en día, Albania es un lugar lleno de belleza natural, con costas deslumbrantes, montañas imponentes y una arquitectura que narra historias de tiempos pasados.
La Albania moderna, aunque marcada por su pasado reciente bajo la dictadura comunista de Enver Hoxha, ha avanzado enormemente desde la caída del régimen en 1991. Durante décadas, el pueblo albanés vivió bajo un control absoluto, donde las libertades eran restringidas y las fronteras, impenetrables. Uno de los aspectos más inquietantes de esa época fue la paranoia del gobierno, que llevó a medidas absurdas y crueles, como la humillación de cortar el cabello a aquellos que intentaban cruzar la frontera. La caída de este régimen dio paso a una transición dolorosa hacia la democracia, pero también permitió que el país comenzara a renacer.
Hoy, Albania ha abrazado un futuro más libre, pero su pasado no ha sido olvidado. Las huellas de la dictadura, aunque visibles en algunas estructuras y monumentos, coexisten con una Albania moderna que se ha abierto al mundo. La población, joven y llena de energía, está construyendo una nueva identidad, mientras preserva sus tradiciones, desde la música folklórica hasta las costumbres culinarias.
A pesar de los desafíos económicos y sociales que aún enfrenta el país, Albania se ha convertido en un destino turístico cada vez más popular. Su belleza natural es incomparable: las montañas de los Alpes albaneses, las aguas cristalinas de la Riviera albanesa, y las antiguas ciudades como Berat y Gjirokastër, son solo algunas de las joyas que esperan ser descubiertas. La amabilidad y hospitalidad de su gente, junto con la rica historia y cultura, hacen de Albania un lugar fascinante y digno de explorar.
Leer Historia de AlbaniaCapital: Tirana
Población: 2,800,000 (141º)
Idiomas: Albanés (oficial), con minorías que hablan griego, macedonio, y otros.
Superficie: 28,748 km² (147º país más grande)
Moneda: Lek (ALL), 1 USD ≈ 118 ALL (aproximadamente), 1 EUR ≈ 122 ALL (aproximadamente, el tipo de cambio puede variar)
Religión: Mayoritariamente musulmanes (58%), con una minoría de cristianos ortodoxos (10%) y católicos (10%).
Alfabetismo: 98.7%
Educación y sanidad: El sistema educativo es gratuito, y la sanidad pública es accesible, aunque muchas personas recurren al sector privado por la calidad del servicio.
Trabajo: La tasa de desempleo es del 11-13%, y existen desafíos relacionados con la corrupción y la emigración de jóvenes calificados.
Deporte más popular: Fútbol.
Seguridad: Albania es un país relativamente seguro, aunque se recomienda precaución en zonas rurales o remotas debido a la infraestructura limitada.
Los ciudadanos argentinos no requieren visa para ingresar a Albania para estancias de hasta 90 días dentro de un período de 180 días.
Albania no forma parte del **Espacio Schengen**, pero los ciudadanos de la Unión Europea y muchos países pueden ingresar sin necesidad de visa para estancias cortas.
Requisitos:
Para más información, puedes visitar la página oficial de la Embajada de Albania en Buenos Aires.
Para obtener detalles adicionales, puedes consultar la página oficial de la Dirección Nacional de Migraciones de Argentina.
Opciones principales: Hoteles, hostales y apartamentos de alquiler.
Precio promedio:
- Gjirokastër (temporada baja): 11 EUR (12 USD) por noche en hostales (algunos incluyen desayuno).
- Gjirokastër (temporada alta): 15 EUR (16 USD) por noche en hostales (algunos incluyen desayuno).
- Berat (temporada baja): 7 EUR (8 USD) por noche en hostales (algunos incluyen desayuno).
- Berat (temporada alta): 11 EUR (12 USD) por noche en hostales (algunos incluyen desayuno).
- Tirana (temporada baja): 6 EUR (7 USD) por noche en hostales (algunos incluyen desayuno).
- Tirana (temporada alta): 11 EUR (12 USD) por noche en hostales (algunos incluyen desayuno).
- Shkodër (temporada baja): 5 EUR (6 USD) por noche en hostales (algunos incluyen desayuno).
- Shkodër (temporada alta): 8 EUR (9 USD) por noche en hostales (algunos incluyen desayuno).
Importante: Puedes encontrar hostales fácilmente a través de plataformas online, donde se ofrecen diferentes opciones de alojamiento adaptadas a tu presupuesto y necesidades. Además, si pagas en efectivo, podrías obtener descuentos en algunos establecimientos.
El transporte en Albania puede resultar complicado, especialmente fuera de la capital, Tirana, y en lugares donde la conexión con otras ciudades no está bien organizada. En muchas zonas, la información sobre horarios y rutas no siempre está disponible, por lo que es recomendable preguntar en tu hospedaje o a los locales. Si no tienes otra opción, la mejor alternativa es ir directamente a las terminales de autobuses donde podrás obtener información más precisa y actualizada.
Frecuencia aproximada y precios de las rutas interurbanas más comunes:
En Tirana y Berat, el transporte urbano es más accesible. A continuación te doy algunos detalles:
Tirana cuenta con un sistema de transporte público que incluye autobuses y minibuses. Los autobuses cubren varias rutas dentro de la ciudad, pero la información sobre horarios es limitada. Es recomendable preguntar a los locales o usar aplicaciones de transporte para obtener información más precisa.
En Berat, el transporte urbano se realiza principalmente mediante minibuses que circulan entre el centro de la ciudad y los alrededores. La frecuencia puede ser baja en comparación con Tirana, por lo que es útil preguntar a los locales o en tu hospedaje sobre las rutas disponibles.
Plataformas para consultar horarios y comprar boletos de transporte interurbano:
La mejor época para visitar Albania es durante la primavera (de abril a junio) y el otoño (de septiembre a octubre). El clima es suave y es ideal para explorar ciudades como Tirana, Durrës, Shkodra y los hermosos paisajes de la Riviera albanesa.
El verano (de junio a agosto) es la temporada alta, con temperaturas cálidas, especialmente en las costas. Los precios aumentan durante esta época, y los destinos turísticos pueden estar más concurridos.
Telefonía móvil: Las principales operadoras en Albania son **Vodafone**, **Airtel**, y **Albtelecom**. Puedes adquirir SIMs en tiendas y aeropuertos, y la cobertura es excelente en las ciudades principales. Las eSIM también están disponibles si tu teléfono es compatible.
**Operadoras:**
Dinero: Lleva **leks (ALL)** en efectivo para pequeños mercados y tiendas. Las tarjetas son aceptadas en la mayoría de los lugares turísticos, y los cajeros automáticos están disponibles en todo el país.
Comisiones bancarias: Verifica las comisiones al retirar dinero, especialmente si usas tarjetas extranjeras.
Idioma: El albanés es el idioma oficial, aunque el inglés es hablado en áreas turísticas como Tirana. Aprender algunas frases en albanés puede ser útil si te aventuras fuera de las zonas más visitadas.
Recomendaciones para la contratación de transporte:
1. Consulta en tu hospedaje cuál es la forma de viajar entre ciudades o desde Albania a otro país. Luego, verifica si es posible comprar los boletos en línea.
2. En caso de autobús, generalmente es más sencillo y directo. Si decides tomar un tren, ten en cuenta que los horarios pueden no ser precisos, y las demoras son frecuentes.
Explora Albania con esta guía práctica. Selecciona una ciudad para ver sus lugares clave:
Albania, un país que se despliega ante el viajero como un territorio apenas tocado por el paso del tiempo, se presenta como una joya inesperada, oculta en los pliegues del mapa europeo. Aunque no ostenta la fama de otros destinos turísticos, es precisamente esa ausencia de reconocimiento lo que lo convierte en un refugio que subyuga a cada uno de sus descubridores. Desde la imponente Tirana hasta la serena Gjirokastër, cada ciudad, con sus matices y sombras, susurra al visitante: “¿cómo ha podido esta tierra permanecer tan oculta, tan ajena al brillo superficial de la fama?”
Tirana, la capital, es un crisol de influencias, donde el pasado y el presente se entrelazan. Su arquitectura es un fiel reflejo de esta dualidad, con edificios comunistas y estructuras contemporáneas que conviven en armonía. Tirana invita a ser explorada, a descubrir sus secretos a través de sus calles y su arte urbano. Entre sus cafés y plazas, se vislumbra una ciudad que se reinventa a sí misma.
Gjirokastër, por su parte, es un viaje al pasado. Sus calles empedradas y su castillo evocan una historia antigua y fascinante. El castillo, con su presencia imponente, domina la ciudad y nos conecta con un pasado lleno de secretos.
Berat, con sus casas llenas de ventanas, es una ciudad pintoresca. Desde el castillo, se puede apreciar la belleza de sus calles y edificios. Aquí, el tiempo parece transcurrir más lento, invitando a la contemplación.
Shkoder, con su lago y el castillo de Rozafa, es un lugar de gran tranquilidad. La fortaleza, situada en lo alto, ofrece vistas panorámicas del lago y las montañas. En el Museo Marubi, la historia se cuenta a través de fotografías que muestran la vida cotidiana de la gente común.
En criollo, ahora es el momento de aprovechar Albania. Este país, por la vasta riqueza de lo que tiene por ofrecer, es sorprendentemente accesible económicamente, especialmente si se considera su ubicación geográfica dentro de Europa. Pero esa falta de fama, que tanto le ha dado en términos de autenticidad, está comenzando a cambiar. El turismo occidental, al acecho de nuevas víctimas para transformar en destinos masificados, podría pronto convertir a Albania en otra Las Vegas, arrasando con lo genuino y autóctono que aún permanece intacto. Si quieres descubrir un lugar que se resiste al exceso y la artificialidad, este es el instante de sumergirse en su esencia antes de que la fiebre del turismo lo transforme irremediablemente.
Llegué a Girokaster después de mi paso por Ioaninna, en Grecia. No les voy a mentir: estuve un buen rato buscando un bus directo desde allí, pero fue misión imposible. Solo encontré uno que salía por la noche, exclusivo para los trabajadores albaneses que cruzan a Grecia. Decidí, con todo el optimismo latino, preguntar si me hacían un favor y me dejaban subir al bus. La respuesta fue un rotuno e innegociable no. Así que, al final, tomé un bus que me dejó en la frontera, salí caminando de Grecia y entré en Albania tambien pateando. Una vez cruzado el límite, los taxis empezaron a pelearse entre ellos por llevarme los 30 kilómetros restantes a la ciudad. Comenzaron a ofrecerme el viaje por 40 euros, luego bajaron a 30, a 20, y finalmente, conseguí el viaje por 5. Ni siquiera regateé, basta con levantar el dedo para que el precio baje. Más tarde me enteré que en Albania hacer dedo es común, y que las personas son super amables para ofrecerte transporte hacia donde necesites ir.
Mi llegada a Girokaster fue sensilla, gracias a un buen amigo francés que conocí en Atenas, mientras tomábamos unos mates. Él me recomendó el hostel donde me quedé, y la chica que estaba haciendo voluntariado, Nerina, fue la encargada de darme la bienvenida. Hablamos un buen rato en inglés, hasta que, sin previo aviso, me suelta un “boludo, sos argentino”, algo que me sorprendió tanto como gracioso, ya que ni siquiera se notaba nuestra nacionalidad al principio. Nerina, azulense de origen, me contó que estaba en Albania esperando 90 días para regresar a Europa. En esos dos días que compartimos, nos dedicamos a matear y tener charlas interminables, como buenos argentinos.
Casco histórico de Gjirokastër, Albania (Patrimonio de la Humanidad)
Calles empedradas del centro histórico de Gjirokastër, Albania
Una vez instalado, decidí recorrer la ciudad a pie. Girokaster tiene algunos puntos de interés, aunque no es un destino que te invite a quedarte largo rato. Dediqué el día a caminar por los lugares más conocidos, y luego subí a la montaña. Lo que puedo decir de esa caminata es que volví literalmente "cagado de frío". Después de un buen baño caliente, me tiré a descansar, porque al día siguiente me esperaba otra jornada de caminatas. Me levanté temprano, desayuné y seguí explorando un poco la ciudad, ya organizando mi próxima parada en Berat.
Encontré la solución para el viaje a Berat de forma rápida: en el hostel me informaron que todos los días a las 8 de la mañana salía una especie de colectivo hacia allá. Lo único "malo" es que el recorrido empezaba con una bajada empinada de 30 minutos, cargado de mochila, lo que no hacía el despertar tan agradable. Pero nada que no se pueda soportar por la vista y la experiencia.
La última noche en la ciudad la pasé muy bien. Organizamos una cena entre los tres huéspedes del hostel y Nerina, y uno de los chicos, un tano muy copado, se puso creativo y nos preparó unas deliciosas pastas a la norma. Estaba para chuparse los dedos.
En resumen, Girokaster es una ciudad de paso. Si vas en la época en la que yo estuve, en pleno otoño, las montañas y los verdes intensos no te acompañan como en primavera. Ya con el invierno a la vuelta de la esquina, la ciudad se siente más fría y menos vibrante. Para quienes tienen ganas de ir a Albania, es un buen sitio para una parada rápida, pero no esperes quedarte mucho tiempo.
Llegué a Berat a mediodía, después de un tranquilo viaje en bus desde Gjirokastër. El trayecto fue sencillo, compartido solo con un mexicano y una australiana. Conversamos un poco sobre el trayecto mientras el paisaje albanés se desplegaba ante nosotros, con sus montañas y pequeños pueblos que parecían desconocidos, misteriosos, casi del todo ignorados por los ojos del viajero común.
Una vez en la estación de autobuses, sabíamos que íbamos a tener que esperar un buen rato, ya que estaba bastante alejada del centro de la ciudad, donde se encuentran la mayoría de los albergues. En mi caso, por supuesto, opté por un hostal que estaba aún más distante, lo que me llevó a caminar casi un kilómetro y medio con mi mochila, con el cansancio de los días acumulado, pero con la idea de ahorrar unos euros.
Cuando llegué al hostal, me encontré con algo extraño: estaba vacío. Después de días en habitaciones compartidas, esa soledad inesperada me hizo pensar que tal vez había entrado en un sueño. Sin embargo, el lugar tenía todo lo necesario para estar cómodo y organizado, lo que me permitió sentarme a escribir y disfrutar de un espacio amplio solo para mí. La dueña, de manera informal, me envió un mensaje por WhatsApp con una instrucción simple: “Deja la llave en la puerta cuando te vayas.” Esa franqueza me pareció una rareza, pero a la vez encantadora, como si Berat fuera un lugar donde las formalidades sobraran.
'Las mil ventanas' - Arquitectura otomana en Berat, Albania
Panorámica desde el Castillo de Berat: ciudad y río Osum
Un par de horas después, decidí ir a dar una vuelta por el centro de la ciudad. Al principio, me llamó la atención el mercado navideño, cuyas luces comenzaban a encenderse mientras el día caía, pero lo que realmente me sorprendió fue lo que vi frente a mí. En un espacio casi reducido, a pocos metros de distancia, se erguían dos edificios que representaban la coexistencia de dos religiones diferentes. Una mezquita musulmana, como era de esperarse, y una iglesia católica, aunque no pude determinar si era católica o ortodoxa. Ambas estructuras, a tan corta distancia, hablaban de un respeto mutuo que parecía estar tejido en la misma historia de la ciudad. Pregunté a los locales, y me respondieron sin titubeos: “Aquí vivimos en paz, no hay problemas entre nosotros.” Esa respuesta, tan simple y rotunda, hablaba más de lo que pude observar en el lugar, una convivencia casi natural, como si el tiempo no hubiera pasado entre las dos culturas.
Continué caminando y subí hasta los miradores que rodean el castillo de Berat. Desde allí, la ciudad se desplegaba ante mis ojos como una pintura que se había quedado en el tiempo, con calles que serpenteaban hacia el horizonte y el río Osum como la línea que las conectaba a todas. Me acerqué también al famoso complejo de la “Ciudad de las Mil Ventanas,” que, aunque el clima invernal no dejaba ver toda su esencia, me dio la oportunidad de contemplarla en una versión más solitaria, más pura, sin el bullicio del turismo veraniego. Las ventanas de las casas, algunas con cortinas rojas y otras simplemente vacías, parecían guardar secretos que nunca serían revelados, como testigos de una historia que todavía susurraba en cada rincón de la ciudad.
A la mañana siguiente, ya no me quedaba mucho por hacer. Tras un par de días de caminatas y exploración, la ciudad me dejó la sensación de ser un lugar adecuado para una visita corta. Con los circuitos de trekking imposibilitados por el clima, decidí que era el momento de continuar mi viaje hacia Tirana. Berat, con su calma y su respeto por el paso del tiempo, es el tipo de lugar que deja huella, pero su encanto se disfruta mejor cuando se tiene más tiempo y el clima es más amable.
En resumen, Berat es un destino altamente atractivo para quienes buscan un viaje corto, tranquilo, lleno de historia y respeto por las tradiciones. Aunque no la visité en la mejor época, pude sentir la esencia de la ciudad y entender por qué es conocida como la "Ciudad de las Mil Ventanas". Un lugar pequeño, pero lleno de historia que deja una marca más profunda de lo que se podría esperar a primera vista.
Llegué a Tirana y me instalé en un hostel simple y sencillo. El viaje, al igual que el anterior, fue tranquilo y bien organizado. Al llegar a las afueras de la ciudad, tuve la sensación de estar en una película en la que Liam Neeson mata a todos sus oponentes, como si la atmósfera fuera un reflejo de la inestabilidad que había quedado tras años de conflicto. Muchos talleres de reparaciones, construcciones sin terminar, casillas improvisadas entre ellas… todo esto me recordó mucho a la película Taken, con su aire crudo y realista de ciudad sin terminar.
Me quedé cuatro días en la ciudad, justo cuando arrancaban los mercados navideños en la plaza central. Al caminar entre los puestos, me transporté directo a mi niñez, a esos días en que con mis amigos íbamos a los parques a divertirnos con esos juegos que nunca pasan de moda. Recordé cómo nos divertíamos con cosas simples, como el tirar el aro, un juego donde tenías que meter un aro de hierro en un palo o estructura de madera. También estaban los tiros al blanco, en los que hacíamos competencias usando palos y pelotas para derribar objetos. En esos parques también estaban las clásicas vueltas al mundo, una rueda gigante en la que te sentabas en una cabina, y ésta giraba a gran altura y velocidad, dándote la sensación de volar mientras mirabas el paisaje desde las alturas. También eran comunes las hamacas voladoras, donde los chicos se subían y, empujados por un amigo, alcanzaban grandes alturas, casi tocando el cielo.
Al día siguiente me levanté temprano y me fui a recorrer la ciudad, ya que el hostel no tenía mucha onda para hacer amigos. Solo había una gringa bastante particular que no parecía muy sociable. Así que salí solo, dispuesto a descubrir los puntos más representativos de Tirana: pasé por el Bazar de la Ciudad, la Plaza Skanderbeg y el Puente de la Juventud. Todos esos lugares tienen una mezcla entre lo moderno y lo antiguo, lo crudo y lo renovado, que te invita a explorarlos con calma.
Tras caminar toda la mañana, decidí almorzar en un bodegón de barrio, donde pedí el plato típico: Tavë Kosi, un guiso de cordero con arroz y yogur. Estaba buenísimo y el ambiente era re cálido, con gente local que me hizo sentir como si estuviera comiendo en casa.
Tirana en otoño: skyline urbano
Mezquita Et'hem Bey, icono de Tirana
Después de comer, me fui al Museo de Historia, que me permitió conocer un poco más sobre el dictador Enver Hoxha y su mandato. Entre las anécdotas más impactantes, aprendí que Hoxha obligaba a la gente a raparse la cabeza si usaban ropa “occidental” o si no seguían el estricto código del régimen. Además, se sabe que, durante su gobierno, mandó construir miles de bunkers en todo el país para protegerse de invasiones que nunca llegaron. Otra historia loca era que él mismo controlaba los medios de comunicación, pero en su casa tenía una colección de discos de jazz, algo completamente prohibido. En las "fiestas de la amistad" organizadas por el gobierno, Hoxha controlaba cada detalle, hasta los saludos entre los visitantes extranjeros, para mantener la imagen de un país unido y fuerte. También hubo un episodio en el que se prohibió el consumo de alcohol en público, pero los altos funcionarios del régimen podían tomar licor cuando y donde quisieran, siempre en secreto.
El siguiente día, la lluvia no me dio tregua, así que me pasé la jornada escribiendo y viendo películas. Menos mal que el wifi del hostel era bastante bueno, porque si no, me hubiera comido el aburrimiento con papas.
Ya en mi último día, aproveché para darme una vuelta por el mercado de la ciudad. Probé algunos dulces tradicionales: baklava (un pastelito relleno de nuez y miel), kadaif (una especie de masa con almendras y azúcar), y también unos bastones de miel que estaban para chuparse los dedos. La verdad, todo estaba buenísimo y lo mejor es que conseguí precios súper baratos.
En conclusión, Tirana me pareció una capital sencilla pero interesante para visitar, especialmente si te toca en esa época del año con los mercados navideños. El clima, que no era tan frío, permitió que pudiera caminar por la ciudad sin problemas. Lo que más me llamó la atención es que Tirana parece estar en una especie de reconstrucción constante, como si estuviera saliendo poco a poco de un proceso post-comunista que nunca termina. Esto le da un aire de autenticidad, ni bueno ni malo, simplemente es su identidad.
Ni bien puse un pie en Shkoder, el lugar me sorprendió. Arrivé a un hostel con un ambiente muy diverso, lleno de personas de culturas muy distintas a las mías: rusos, chinos, entre otros. Al principio la comunicación fue un poco difícil, pero a medida que te vas viendo las caras todos los días, las cosas se facilitan y las diferencias se vuelven más interesantes que un obstáculo.
Al día siguiente, como siempre, arranqué pateando la calle. Caminé durante mucho tiempo y finalmente llegué al famoso Puente de Mes (o Most i Mes en albanés), un puente de piedra que fue construido en el siglo XVIII con el fin de conectar las dos orillas del río Buna. Este puente es reconocido por su arquitectura medieval y por haber sido parte de una antigua ruta comercial entre Albania y Montenegro. Aunque está un poco alejado de la ciudad, me llevó casi todo el día ir y volver. Recuerdo que me preparé unos sándwiches de jamón crudo increíbles para el almuerzo, una buena manera de cargar energías. A partir de las cuatro de la tarde, ya faltándome solo una hora de caminata para llegar de vuelta al hostel, la persistente lluvia de fin de otoño en Europa del Este hizo su aparición. Estaba preparado: llevaba un piloto grande y, por suerte, el agua no caía con extrema fuerza.
Volví al hostel, me di un baño y me fui a dormir. La habitación era amplia y las camas bien separadas, lo que ofrecía total privacidad. Sin embargo, había un hombre turco durmiendo cerca, y lo escuché roncar durante el check-in. El ruido era tan fuerte que, al principio, me pareció estar en una granja con un tractor de los 80 arrancado a toda potencia. l principio me hizo gracia, pero el voluntario del hostel me contó que recibía quejas todos los días por lo mismo. A raiz de esas quejas, el turco habia cambiado su horario de trabajo, dormia de dia y trabajaba remoto de noche. El voluntario tambien me agrego, mientras trabaja se toma media botella de whisky en modo reloj suizo, todos los dias.
Panorámica del lago Shkodër desde el Castillo de Rozafa
Centro histórico de Shkodër
Al día siguiente, seguí caminando. Fui hasta el Castillo de Shkoder, donde pude disfrutar de unas vistas panorámicas increíbles de la ciudad y los alrededores. Después, por la noche, la lluvia solo molestó un par de horas. Con las personas que estaban en el hostel decidimos ir al mercado navideño. Las luces, la música y el ambiente eran geniales. Aunque no entendía ni una palabra de lo que cantaban los artistas locales en albanés, la música sonaba alegre y bien. La gente, sin embargo, permanecía sentada en su mayoría, escaviando duro. En ese momento, me di cuenta de que se acercaba una cámara de televisión del canal local y me pidieron si podía responder a un par de preguntas sobre la fiesta. Les dije que sí, así que probablemente debo haber aparecido al menos unos dos segundos en la televisión local.
Al día siguiente ya debía seguir hacia Montenegro, otro país para conocer. Pero antes, quise pasar por una fábrica de máscaras del carnaval veneciano. Era gratis y pude ver todo el lujo y la ostentación de las máscaras. El tipo que trabajaba allí me explicó cómo las comercializaban y me comentó que en febrero también hacían el carnaval en Shkoder. La verdad es que hubiera estado interesante quedarme para asistir, pero el carnaval no sería hasta dentro de casi dos meses.
En conclusión, Shkoder me pareció un lugar interesante, con su castillo, su gente amable, su calle principal llena de vida y su ambiente auténtico. Visitando la ciudad durante las fiestas navideñas, el clima de los mercados y las luces le dan un toque especial. Sin dudas, la calidez de la gente es uno de los puntos más destacables, siempre dispuestos a ayudar y mostrarte lo mejor de su ciudad. Si pasas por aquí, no dudes en explorar este rincón de Albania durante esta época.