Mis recuerdos de Brasil están partidos en dos tiempos distintos, separados por años. El primero: Iguazú con mi familia, siendo casi un adolescente. El segundo: el sur con amigos, ya adulto pero aún lejos de convertirme en el viajero que soy hoy.
De aquel viaje familiar guardo la imagen poderosa de las cataratas, el rugido del agua y la niebla que empapaba todo. Años después, con amigos, descubrí otra Brasil: la de playas infinitas como Guarda do Embaú, pueblos pesqueros y rutas costeras.
Este texto es solo un archivo de memoria, un intento por rescatar retazos de un país inmenso que conocí por partes. No es una guía, sino el mapa imperfecto de mis primeros encuentros con Brasil.
Historia de BrasilFerrugem era playa ancha, arena blanca y un mar que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. El pueblo tenía ese aire sencillo de quien vive del turismo pero no se ha vendido por completo.
Bombinhas era lo contrario: compacta, con bahías protegidas donde el agua permanecía tranquila incluso con marea alta. Casas apiñadas en colinas, restaurantes de mariscos en cada esquina.
Guarda do Embaú era el paisaje perfecto: el río desembocando en el océano, rodeado de colinas verdes. Un pueblo de calles de tierra donde convivían surfistas, pescadores y algún que otro viajero perdido.