Camboya

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PROLOGO

Camboya es una herida que aprendió a florecer sin cerrar del todo. Bajo sus templos milenarios y sus playas apacibles, late una historia feroz que ni el turismo ni la propaganda logran silenciar del todo. Este país fue campo de prueba para la guerra más sucia de la Guerra Fría, víctima colateral de la arrogancia imperial estadounidense y luego rehén de su propia locura interna: un genocidio planificado desde el interior, perpetrado por el régimen de los Jemeres Rojos, que vació las ciudades, abolió el dinero, quemó libros y asesinó a casi dos millones de personas en nombre de una utopía agraria delirante.

Hoy Camboya carga su pasado con la discreción de quien sabe que no todos están listos para escucharlo. Los museos del horror están ahí, sí, pero la memoria verdadera está diseminada: en los gestos contenidos de los adultos mayores, en las casas sin paredes donde el ventilador gira junto al altar de los muertos, en los templos que siguen encendiendo incienso por los que ya no están. Las cicatrices no se muestran, pero definen la manera en que este país recibe al extranjero: con cortesía, con distancia, con una dignidad que no necesita explicación.

En Siem Reap, el turismo llega en masa buscando templos y se va con selfies. Pero hay otra ciudad debajo de la postal: mercados de barro, bicicletas que esquivan perros sin dueño, niños que dibujan con tizas sobre la vereda mientras sus madres venden mangos picados con sal y chile. Angkor Wat, a pocos kilómetros, se impone como un poema esculpido en piedra, pero el verdadero asombro está en las raíces que se abren paso entre los muros, en la selva que reclama lo suyo sin pedir permiso. Es un lugar donde la gloria antigua y el colapso moderno conviven sin reconciliación.

Ko Rong Sanloem parece otro mundo. Una isla sin autos, sin prisa, donde el mar es transparente como una promesa rota. Los bares de mochileros ofrecen hamburguesas y reggae reciclado, pero basta caminar veinte minutos por un sendero perdido para encontrar aldeas donde la electricidad llega solo unas horas al día, y donde los niños no juegan con tablets sino con botellas vacías y pedazos de red. La belleza aquí es frágil, vulnerable al turismo que no mira. La isla es un susurro: hay que saber callarse para escucharla.

Phnom Penh es el vértigo de los contrastes. Una capital donde el tráfico es una coreografía caótica y precisa, donde los centros comerciales se alzan frente a pagodas cubiertas de polvo, y donde aún se puede visitar S-21: la escuela convertida en cámara de tortura, hoy museo del genocidio. El aire allí pesa. Nadie sale igual. Pero la ciudad no se reduce al trauma: en los mercados flotantes, las mujeres siguen vendiendo flores de loto como si el país no hubiera sido partido en dos. En los parques, los adolescentes ensayan coreografías de TikTok con la misma energía con la que sus abuelos intentaron reconstruir una nación quebrada.

Kampot es otro ritmo. El del río que no se apura, el de las bicicletas que rechinan, el de los edificios coloniales que se caen con elegancia. Es un lugar de bordes suaves, donde la vida parece haber decidido ignorar el siglo XXI. Pero incluso ahí, bajo la apariencia somnolienta, hay tensión: jóvenes que se van a Phnom Penh a buscar futuro, ancianos que recuerdan cuando esta era una ciudad francesa y luego vietnamita y luego camboyana otra vez, vendedores que ya no saben en qué idioma ofrecer su pimienta famosa. Kampot no da respuestas. Pero enseña a preguntar mejor.

Viajar por Camboya no es un ejercicio de consumo visual, sino un acto de escucha. Este país no se entrega a quien lo mira desde la comodidad del filtro turístico. Hay que agachar la cabeza, perderse, equivocarse de camino. Hay que entender que aquí la historia no está en los libros, sino en los cuerpos. Que el dolor no siempre pide ser contado, pero sí respetado. Que la belleza no se muestra: se insinúa, se protege, se comparte solo con quienes saben mirar más allá de la ruina y el resort.

Lee la Historia de Camboya

Información General

Capital: Nom Penh

Población: 16.7 millones (2023)

Idiomas: Jemer (oficial), inglés y francés ampliamente entendidos en zonas turísticas

Superficie: 181,035 km²

Moneda: Riel camboyano (KHR), pero el dólar estadounidense (USD) es ampliamente aceptado (1 USD ≈ 4,100 KHR)

Religión: Budismo Theravada (97%)

Alfabetismo: 80% (aproximadamente)

Sistema político: Monarquía constitucional

Zona horaria: UTC+7 (no hay horario de verano)

Electricidad: 230V, 50Hz (enchufes tipo A, C y G)

Visa y Requisitos de Entrada

Turistas de la mayoría de países: Requieren visa, que puede obtenerse a la llegada o electrónica.

Proceso de entrada:

Visa electrónica (e-Visa):

Extensiones:

Enlaces oficiales:

Hospedaje en Hostales

Siem Reap (zona de Angkor Wat):

Nom Penh (capital):

Kampot:

Sihanoukville:

Koh Rong Sanloem:

Consejos:

Transporte en Camboya

Transporte Interurbano

Siem Reap - Nom Penh:

Nom Penh - Kampot:

Siem Reap - Sihanoukville:

Sihanoukville - Koh Rong Sanloem:

Transporte en Siem Reap (Angkor Wat)

Opciones para visitar los templos:

Entradas a Angkor Wat:

Transporte Urbano

Nom Penh:

Consejos:

Mejor Época para Visitar

Temporada seca: Noviembre - abril (mejor época para visitar)

Temporada de lluvias: Mayo - octubre

Eventos importantes:

Información Práctica

Dinero:

Salud y seguridad:

Cultura y etiqueta:

Conectividad:

CAMBOYA REAL