Antes de la llegada de los europeos, el territorio argentino albergaba una sorprendente diversidad cultural. En el noreste, los guaraníes desarrollaron una civilización agrícola en simbiosis con la selva, construyendo casas comunales llamadas timbó donde convivían hasta sesenta familias. Su búsqueda de la Tierra Sin Mal (Yvy Marãe'ỹ) los llevó a migraciones constantes. En la Patagonia, los mapuches ("gente de la tierra") forjaron una cultura guerrera que resistió primero a los incas y luego a españoles y argentinos, gobernados por lonkos (jefes) y guiados por machis (chamanes). Los valles calchaquíes fueron el escenario donde los diaguitas construyeron impresionantes ciudades de piedra como Quilmes, con terrazas agrícolas que dominaban la aridez. Sus fortalezas (pukarás) en las montañas resistieron 130 años a los conquistadores, el levantamiento indígena más prolongado de América. Mientras tanto, en el impenetrable chaqueño, los qom, wichí y mocoví desarrollaron un conocimiento botánico que aún asombra a los científicos modernos.
El primer intento de fundar Buenos Aires en 1536 por Pedro de Mendoza terminó en un fracaso sangriento. Los querandíes, liderados por Telomián Condié, asediaron el fuerte español hasta que los europeos, desesperados, recurrieron al canibalismo. La ciudad fue refundada en 1580 por Juan de Garay, quien para "pacificar" la región masacró a 40 querandíes en lo que se conoció como la Matanza del Río de la Luján. Este patrón de violencia se repetiría durante todo el período colonial. Buenos Aires creció como puerto de contrabando, donde los "porteños" burlaban el monopolio comercial español comprando productos ingleses en Colonia del Sacramento. Las misiones jesuíticas en el noreste crearon reducciones donde miles de guaraníes vivían bajo un régimen teocrático, dejando como legado impresionantes construcciones como la Estancia Jesuítica de Alta Gracia. El virreinato del Río de la Plata, creado en 1776, fue la última gran división administrativa del imperio español en América.
La Revolución de Mayo de 1810 marcó el inicio del proceso independentista, aunque la declaración formal llegaría seis años después en el Congreso de Tucumán. Las Provincias Unidas del Río de la Plata (nombre original de Argentina) enfrentaron inmediatamente profundas divisiones entre unitarios, que buscaban un gobierno centralizado en Buenos Aires, y federales, que defendían la autonomía provincial. Juan Manuel de Rosas, el "Restaurador de las Leyes", gobernó con mano de hierro desde 1829 hasta 1852, usando su policía política (la Mazorca) para silenciar a los opositores. Su derrota en la batalla de Caseros abrió paso a la Constitución de 1853, que sentó las bases de la Argentina moderna pero no logró calmar las tensiones entre Buenos Aires y el interior.
La segunda mitad del siglo XIX vio la consolidación del Estado argentino bajo el modelo agroexportador. Julio Argentino Roca lideró la Campaña del Desierto (1878-1885), que extendió el control estatal sobre la Patagonia mediante el exterminio sistemático de los pueblos originarios. Las tierras conquistadas fueron entregadas a una oligarquía terrateniente, sentando las bases de la desigualdad que persiste hasta hoy. Entre 1880 y 1930, Argentina recibió millones de inmigrantes europeos, principalmente de Italia y España, que transformaron la sociedad y la cultura. La Generación del 80 modernizó el país con ferrocarriles y educación pública, pero mantuvo un sistema electoral fraudulento donde "los muertos votaban" para perpetuar a los conservadores en el poder. Las protestas obreras, como la Semana Trágica de 1919 y las huelgas patagónicas de 1921, fueron reprimidas con extrema violencia.
El primer golpe militar en 1930 derrocó al presidente radical Hipólito Yrigoyen, iniciando la llamada "Década Infame". Juan Domingo Perón emergió como figura central a partir de 1943, y su gobierno (1946-1955) transformó el país con políticas de justicia social, industrialización y ampliación de derechos laborales. Derrocado por un golpe en 1955, dejó un movimiento peronista que sería proscrito durante casi dos décadas. Entre 1966 y 1983, Argentina vivió bajo regímenes militares que reprimieron brutalmente la disidencia. El Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983) fue particularmente sangriento, con 30,000 desaparecidos, vuelos de la muerte y apropiación sistemática de bebés. La derrota en la guerra de Malvinas (1982) aceleró el retorno a la democracia en 1983 con Raúl Alfonsín, pero la hiperinflación de 1989 mostró la fragilidad de la economía argentina.
Carlos Menem (1989-1999) implementó reformas neoliberales que privatizaron empresas estatales y ataron la economía al dólar en una ficción de prosperidad que finalmente estalló en 2001. El "corralito" financiero, que congeló los ahorros de los argentinos, desató protestas masivas y la renuncia del presidente Fernando de la Rúa en medio del caos. En dos semanas, cinco presidentes pasaron por la Casa Rosada mientras el país declaraba el mayor default de su historia. La pobreza alcanzó al 54% de la población y el desempleo al 21%, marcando el fin del modelo de convertibilidad.
Néstor Kirchner (2003-2007) y luego Cristina Fernández (2007-2015) lideraron un período de crecimiento económico basado en el alto precio de las materias primas. Sus gobiernos reindustrializaron parcialmente el país, ampliaron derechos sociales y juzgaron los crímenes de la dictadura, pero acumularon denuncias de corrupción y polarizaron a la sociedad. La muerte de Néstor Kirchner en 2010 marcó un punto de inflexión, y su viuda gobernó en un clima de creciente confrontación política. A pesar de los avances sociales, su último año de gobierno terminó con una economía estancada y acusaciones de manipulación de estadísticas oficiales.
Mauricio Macri (2015-2019) intentó un giro hacia políticas más liberales, pero su gobierno terminó con una crisis económica, un aumento de la pobreza al 35% y un acuerdo con el FMI que multiplicó la deuda externa. Alberto Fernández (2019-2023) heredó una situación crítica que se agravó con la pandemia de COVID-19. Su gobierno heterogéneo osciló entre el ajuste y el populismo, terminando con una inflación del 200% anual y profundas fracturas en la coalición gobernante. La derrota en las elecciones de 2023 marcó el fin de una era y abrió paso a un experimento político inédito.
Javier Milei, un economista libertario conocido por sus diatribas contra "la casta", ganó las elecciones en noviembre de 2023 con el 55% de los votos. Su toma de posesión incluyó el inusual gesto de jurar sobre una Biblia y un discurso donde llamó "chorros" a los políticos tradicionales. En sus primeros meses, implementó un shock económico sin precedentes: un mega-decreto de necesidad y urgencia con 366 reformas, el cierre de 12 ministerios (incluyendo Cultura y Mujeres), y una batalla frontal con los gobernadores provinciales por los fondos federales. Mientras sus seguidores celebran en redes sociales con memes de "Ya van a ver", las protestas callejeras de sindicatos y movimientos sociales paralizan ciudades. Con una inflación que supera el 250% anual, el gobierno insiste en que "el ajuste es necesario", mientras analistas debaten si se trata de un giro neoliberal radical, un populismo de derecha o un experimento único sin precedentes claros en la historia argentina.
Argentina ha dado al mundo figuras literarias como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y Ernesto Sábato, que exploraron los laberintos de la identidad nacional. El tango, nacido en los arrabales de Buenos Aires, se convirtió en símbolo de melancolía y pasión. El fútbol es religión secular, con ídolos como Maradona y Messi que encarnan el sueño del pibe que triunfa contra todo pronóstico. La gastronomía mezcla tradiciones indígenas, criollas e inmigrantes en el asado, las empanadas y los ñoquis del 29. Pero también es el país de las Madres de Plaza de Mayo, de los desaparecidos, de la crisis recurrente y de una capacidad única para reinventarse en la adversidad.