Camboya fue el corazón del poderoso Imperio Jemer entre los siglos IX y XV, dejando un legado arquitectónico y cultural sin igual:
Angkor Wat: Construido en el siglo XII por el rey Suryavarman II, este complejo religioso es el monumento más grande del mundo y símbolo nacional. Su diseño representa el Monte Meru, centro del universo en la cosmología hindú.
Expansión territorial: En su apogeo, el imperio controlaba gran parte del sudeste asiático continental, incluyendo partes de lo que hoy son Tailandia, Laos y Vietnam.
Economía y sociedad: Basada en sofisticados sistemas hidráulicos para el cultivo de arroz y una estructura social jerárquica centrada en el culto al rey-dios (devaraja).
Después de siglos de decadencia y conflictos regionales, Camboya entró en la órbita colonial:
Protectorado francés (1863-1953): Establecido para contrarrestar la presión de Siam (Tailandia) y Vietnam. Los franceses preservaron la monarquía pero controlaron la administración y economía.
Impacto colonial: Introducción de infraestructura moderna, educación occidental y delimitación de fronteras que aún definen el país. Sin embargo, el desarrollo económico benefició principalmente a los colonos.
Segunda Guerra Mundial: Ocupación japonesa (1941-1945) que debilitó el dominio francés y alimentó movimientos independentistas.
Uno de los capítulos más oscuros y menos conocidos de la Guerra de Vietnam:
Operación Menu (1969-1970): Campaña secreta de bombardeos en Camboya oriental ordenada por Nixon y Kissinger para destruir santuarios del Viet Cong. Se lanzaron 110,000 toneladas de bombas en 14 meses, más que todas las bombas aliadas en la Segunda Guerra Mundial.
Impacto humano: Entre 150,000 y 500,000 civiles camboyanos murieron, generando un éxodo masivo a ciudades y alimentando el resentimiento contra Occidente. Las aldeas destruidas se convirtieron en campo fértil para el reclutamiento de los Jemeres Rojos.
Consecuencias políticas: Los bombardeos desestabilizaron el gobierno neutral de Norodom Sihanouk, llevando al golpe de Lon Nol en 1970 y la posterior escalada del conflicto civil.
Legado: Las bombas sin explotar (UXO) siguen causando víctimas décadas después. Este trauma colectivo fue instrumental en el ascenso del radicalismo jemer.
El conflicto interno que preparó el terreno para el genocidio:
Guerra Civil (1970-1975): Entre el gobierno pro-estadounidense de Lon Nol y la guerrilla de los Jemeres Rojos, apoyada por Vietnam del Norte. La capital, Phnom Penh, se llenó de refugiados que huían de los combates.
Intervención internacional: Estados Unidos apoyó a Lon Nol mientras Vietnam y China respaldaban a los Jemeres Rojos, convirtiendo a Camboya en un campo de batalla de la Guerra Fría.
Uno de los genocidios más brutales del siglo XX:
Revolución Agraria: Pol Pot y sus seguidores buscaron crear una utopía agraria comunista mediante la evacuación forzosa de ciudades, abolición de dinero, religión y educación. Se estima que 2 millones de personas (25% de la población) murieron por ejecuciones, hambrunas y trabajos forzados.
Campos de exterminio: Lugares como Tuol Sleng (S-21) en Phnom Penh, donde más de 17,000 personas fueron torturadas y ejecutadas. Solo 12 sobrevivientes fueron encontrados cuando Vietnam invadió en 1979.
Destrucción cultural: Los Jemeres Rojos eliminaron sistemáticamente a intelectuales, profesionales y cualquier persona con educación. Se destruyeron bibliotecas, templos y registros históricos.
Legado traumático: El régimen dejó una sociedad fracturada, sin estructuras institucionales y con profundas cicatrices psicológicas que persisten hoy.
El periodo posterior al derrocamiento de los Jemeres Rojos:
Ocupación vietnamita (1979-1989): Vietnam instaló un gobierno comunista más moderado pero enfrentó resistencia internacional y continuos ataques de los Jemeres Rojos en zonas fronterizas.
Aislamiento internacional: Occidente y China continuaron reconociendo a la coalición que incluía a los Jemeres Rojos en la ONU hasta 1991, prolongando el conflicto.
Proceso de paz: Acuerdos de París de 1991 que establecieron la UNTAC (Autoridad Transitoria de la ONU) para supervisar elecciones y desarme.
La reconstrucción nacional y los desafíos actuales:
Monarquía constitucional: Restaurada en 1993 con Norodom Sihanouk como rey, aunque el poder real recae en el primer ministro Hun Sen (1985-presente).
Crecimiento económico: Basado en textiles, turismo (6 millones visitan Angkor anualmente) y agricultura, aunque con graves problemas de desigualdad.
Justicia transicional: Los Juicios a los Jemeres Rojos (2006-2018) condenaron a algunos líderes, pero muchos murieron antes de enfrentar justicia.
Desafíos actuales: Corrupción, pérdida de tierras, dependencia de China y presiones autoritarias amenazan el frágil progreso del país.
La rica herencia cultural camboyana y su resiliencia:
Religión: El budismo theravada, suprimido durante los Jemeres Rojos, ha recuperado su papel central con más de 4,000 templos reconstruidos.
Arte y danza: El ballet real jemer, casi exterminado durante el genocidio, ha sido revivido como símbolo nacional.
Gastronomía: Platos como el amok (pescado al curry) y el lap khmer (ensalada de carne) reflejan influencias tailandesas y vietnamitas.
Memoria histórica: Museos como Tuol Sleng y Choeung Ek (Campos de la Muerte) educan a nuevas generaciones sobre los horrores del pasado.
Camboya es un país de contrastes extremos: desde la gloria de Angkor hasta el horror de los Killing Fields. Su historia moderna es testimonio de cómo la geopolítica de la Guerra Fría puede destrozar naciones, pero también de la capacidad humana de resiliencia. Mientras el turismo descubre sus templos milenarios, el país sigue lidiando con el legado del genocidio y los desafíos de construir un futuro más justo. Comprender Camboya requiere mirar más allá de Angkor Wat y reconocer las cicatrices que aún dan forma a su sociedad.