Rumania, como entidad territorial, tiene sus raíces en los antiguos dacios, un pueblo de la región que habitó lo que hoy es Rumania y partes de Moldavia y Ucrania. La conquista de Dacia por el Imperio Romano en el año 106 d.C., bajo el emperador Trajano, marcó el inicio de la romanización de la región. Este proceso dejó una huella profunda en la cultura, el idioma y las instituciones de la zona.
A lo largo de los siglos, Rumania estuvo dividida en varias regiones importantes, como Valaquia, Moldavia y Transilvania, que fueron unificadas gradualmente en los siglos XIV y XV bajo los líderes que formaron los cimientos del moderno estado rumano.
En el siglo XV, Rumania estuvo bajo la amenaza constante del Imperio Otomano. Figuras como Vlad III, conocido como Vlad el Empalador, defendieron ferozmente la independencia de Valaquia. El país se mantuvo en la lucha por su autonomía a través de diversos enfrentamientos con los otomanos y otras potencias de la región.
Durante los siglos XVI y XVII, Rumania pasó por un período de turbulencia política, luchando por mantener su independencia frente a las invasiones otomanas y la influencia de los imperios vecinos, como el Imperio Habsburgo y Rusia.
En 1859, Rumania vivió un momento crucial con la unión de los principados de Valaquia y Moldavia bajo el liderazgo de Alexandru Ioan Cuza, unificando así los territorios rumanos en el moderno estado de Rumania. La independencia de Rumania fue reconocida en 1877 tras la Guerra Ruso-Turca, lo que permitió a Rumania consolidar su soberanía.
El siglo XX fue testigo de la expansión territorial de Rumania, con la anexión de Transilvania tras la Primera Guerra Mundial, unificando aún más al país. Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial y la influencia soviética en la posguerra llevaron a Rumania a convertirse en un estado comunista bajo la dictadura de Nicolae Ceaușescu.
El régimen de Nicolae Ceaușescu, que duró desde 1965 hasta 1989, fue uno de los más represivos de Europa del Este. Ceaușescu instauró una dictadura en la que el control absoluto del Partido Comunista Rumanio, la vigilancia masiva y las violaciones a los derechos humanos marcaron la pauta. Sin embargo, la Revolución Rumana de 1989, en la que el pueblo se levantó contra el régimen, culminó con la ejecución de Ceaușescu y el fin del comunismo en el país.
En 1990, Rumania inició su transición hacia la democracia. Desde entonces, el país ha experimentado un proceso de reformas políticas y económicas, que lo han llevado a unirse a la OTAN en 2004 y a la Unión Europea en 2007.
En la actualidad, Rumania enfrenta desafíos en su camino hacia una mayor estabilidad política y económica. Uno de los eventos más importantes de los últimos años fue la renuncia del presidente Viktor Iohannis en 2024 tras una serie de controversias políticas y protestas populares. La renuncia de Iohannis abrió un periodo de incertidumbre política, con nuevos debates sobre el rumbo futuro del país.
En 2024, Rumania vivió un importante giro en su panorama político tras la renuncia del presidente Viktor Iohannis, quien había estado en el cargo desde 2014. La decisión de Iohannis de dejar el puesto se produjo en medio de crecientes protestas populares y una creciente insatisfacción con su gestión, especialmente en lo que respecta a la corrupción, la justicia y la falta de reformas sustanciales en sectores clave como la salud y la educación. Durante su mandato, Iohannis fue criticado por no lograr avances significativos en la lucha contra la corrupción y por la falta de transparencia en su administración. Las manifestaciones de 2024, que fueron en gran parte organizadas por ciudadanos desilusionados con el estancamiento político, reflejaron el descontento generalizado con el liderazgo del presidente. Estos eventos llevaron a Iohannis a enfrentar una presión pública tan fuerte que optó por abandonar el cargo antes de completar su segundo mandato. Su renuncia generó una incertidumbre política en el país, con un vacío de poder que obligó a los partidos políticos a intensificar los debates sobre el futuro de la nación y sobre qué dirección debería tomar Rumania para superar los problemas estructurales que aún persisten, tales como la corrupción institucionalizada y la ineficiencia gubernamental.
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