La historia de Turquía comienza en la región de Anatolia, habitada por diversas civilizaciones desde tiempos antiguos. Desde los hititas hasta los romanos, la región fue un importante cruce de caminos para diversas culturas. Sin embargo, la historia moderna de Turquía comienza con la llegada de los turcos selyúcidas en el siglo XI, que trajeron consigo el Islam y establecieron el Sultanato de Rum en Anatolia.
En el siglo XIII, el Imperio Otomano comenzó a consolidarse bajo el liderazgo de Osman I. A lo largo de los siglos XIV y XV, los otomanos expandieron su territorio desde Anatolia hacia los Balcanes, el Medio Oriente y África del Norte, convirtiéndose en uno de los imperios más poderosos del mundo.
En 1453, los otomanos tomaron Constantinopla (actual Estambul), marcando el fin del Imperio Bizantino y el comienzo de un nuevo capítulo en la historia de la región. El Imperio Otomano alcanzó su apogeo en los siglos XVI y XVII, bajo los sultanes como Solimán el Magnífico, que expandieron el imperio y establecieron un sistema de gobierno centralizado.
Sin embargo, a partir del siglo XVIII, el Imperio Otomano comenzó a declinar debido a una serie de factores internos y externos, incluidos los conflictos con las potencias europeas, las tensiones internas y los movimientos nacionalistas en las regiones sometidas. El imperio comenzó a fragmentarse en el siglo XIX, enfrentando guerras y rebeliones, hasta que, tras la Primera Guerra Mundial, se disolvió definitivamente en 1922.
En 1923, tras el colapso del Imperio Otomano y la Guerra de Independencia Turca (1919-1922), Mustafa Kemal Atatürk proclamó la República de Turquía. Atatürk, considerado el padre fundador de la nación, implementó una serie de reformas radicales para modernizar y secularizar el país. Entre ellas, la adopción de un sistema legal secular, la creación de un nuevo alfabeto turco y la promoción de la educación y los derechos de las mujeres.
Atatürk también llevó a cabo una política de nacionalismo turco y la abolición del califato, lo que marcó el fin de la influencia del Islam en la política turca. La República de Turquía se consolidó como un estado moderno y secular, con un sistema de gobierno democrático y un fuerte enfoque en la educación y la industrialización.
Durante la Guerra Fría, Turquía se alineó con Occidente, uniéndose a la OTAN en 1952. La ubicación geográfica de Turquía, en el cruce entre Europa y Asia, le dio una importancia estratégica durante este período. El país enfrentó desafíos políticos y económicos internos, incluida una serie de golpes militares, pero mantuvo una política de acercamiento a las potencias occidentales, especialmente Estados Unidos y Europa.
Durante este período, Turquía experimentó un rápido crecimiento económico, aunque las tensiones políticas internas y las disputas con las minorías kurdas se convirtieron en temas clave. En la década de 1980, la economía turca se abrió al libre comercio y a la inversión extranjera, lo que impulsó su desarrollo, pero también generó desigualdades sociales.
En el siglo XXI, Turquía ha enfrentado una serie de desafíos, desde tensiones internas relacionadas con el gobierno autoritario del presidente Recep Tayyip Erdoğan hasta su relación con la Unión Europea y los conflictos con los países vecinos, especialmente Siria. A pesar de ser un miembro clave de la OTAN, Turquía ha adoptado una postura más independiente en política exterior, buscando influir en los asuntos del Medio Oriente y el Cáucaso.
En el ámbito interno, las reformas constitucionales de Erdoğan han aumentado su poder presidencial, lo que ha generado controversia tanto a nivel nacional como internacional. Además, el país ha enfrentado desafíos económicos, incluyendo altos niveles de inflación y desempleo, y las tensiones étnicas con la población kurda siguen siendo un tema crucial.